sábado, 28 de julio de 2007

otra de homero

Sacando pecho
J. C. / el país

"No es tan difícil ser cítrico (sic) de cine", decía Homer Simpson al final del episodio Ha nacido una estrella (sexta temporada), en el que Springfield intentaba aumentar sus cotas de popularidad organizando un festival cinematográfico. Quizá la crítica de cine no sea una de las tareas más arduas, pero Los Simpson. La película tampoco es, por fortuna, uno de esos trabajos formularios que el profesional del gremio puede liquidar sin rascarse mucho la cabeza. Al igual que las correspondientes películas generadas por otras celebradas series de animación adulta como South Park y Beavis y Butthead, este trabajo convierte el tránsito de la pequeña a la gran pantalla en parte de su discurso y, por supuesto, también en parte del espectáculo.
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Tras una brillantísima, desenfrenada introducción que incluye un cambio de formato de pantalla, una agresiva interpelación de Homer al público y un preciso guiño a las descargas ilegales, la película de David Silverman juega con tópicos, convenciones y maneras de la superproducción veraniega -amenazas apocalípticas, escenas de masas, set-pieces de acción-, para terminar asumiendo que ella misma es una superproducción veraniega obligada a cumplir como tal, aunque tal exigencia pueda desconcertar a algún fundamentalista de la serie. En todo ello hay una estrategia que puede resultar sumamente gratificante para el espectador en sucesivas revisiones de la película: a menudo, Los Simpson (la serie) ha jugado a la reducción al absurdo de ciertas retóricas cinematográficas que ahora la película se ve obligada a asumir como propias, creyéndoselas a fondo sin pisar con demasiada estridencia el pedal de la parodia.
Sólo tras ver Los Simpson. La película puede uno caer en la cuenta de la magnitud de la responsabilidad que han afrontado Groening y los suyos: la canónica narración cinematográfica de hora y media da para construir un espectáculo convincente, incluso deslumbrante, capaz de cuidar el detalle y sobreactuar la forma (con ayuda digital), pero, a medida que avanza la trama, se revela insuficiente para hacer justicia a esos casi veinte años de comedia humana construidos episodio a episodio. Al contrario que los creadores de South Park, y Beavis y Butthead, Groening y compañía no han aprovechado para rebasar esos tabúes de representación que impone el medio televisivo: Los Simpson. La película quiere verse a sí misma como la definitiva película familiar y, en este sentido, el cameo de Tom Hanks está muy cargado de significado. Como lo está esa escena de cama entre Homer y Marge que termina siendo todo un comentario, con profundo conocimiento de causa, sobre la tradición disneyana.
El conjunto termina pareciéndose un poco a la película que el señor Burns presentaba a concurso en el festival de cine de Springfield en ese viejo episodio: demasiado aparatosa para una hacer justicia a una mitología que ha alcanzado su excelencia en su atención por lo minúsculo.

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