Por Victor H. Romero
“Que te falten palabras para describir siglos de historia es buena señal”, afirma el anuncio de una empresa de telefonía celular en una de las principales “avenidas” de Potosí y que parodia a la realidad en la que vive la otrora Villa Imperial.
Lo que si hace falta son palabras para describir el contexto urbano en el que se debate la ciudad de Potosí, hoy sumergida en un ecléctico universo en el que se impone el natural desarrollo comercial de una urbe ante la patética ausencia de políticas que preserven su aire patrimonial, suspendiendo así la actual imagen de olvido y descuido que ostenta.
De la colonia al mercado, parece ser la frase que hoy impera silenciosa en el paisaje urbano potosino, calles intransitables, llenas de puestos de venta, letreros luminosos, son parte de ese universo que va perdiendo toda esencia histórica, antes que transportar al visitante a ese “pasado glorioso”, lo sumerge en un desordenado cosmos, en el que un burdo hip hop se bandea en el caos vehicular más ilógico, sin semáforos, con varitas y conductores conversando aceleradamente entre pitazos y bocinazos, con una desastrosa Terminal de Buses de fondo.
Más allá de la desatinada edificación de construcciones que abruptamente rompen el paisaje colonial, un restaurante mirador que más se asemeja a un platillo volador, entre ellos; está condenada a desvanecerse en su propio pasado, sin posibilidad que se implementen políticas urbanas que apunten a la preservación de su riqueza urbanística y no así a que estas se desmoronen con el peso de los años.
Potosí es la ciudad más cara del país, el auge de la minería ha provocado una inyección económica elevada, la recesión a la que se había acostumbrado desapareció, vehículos último modelo y todo terreno van dejando atrás al precario transporte público, no deja de ser atractiva la imagen de un “Hummer” transitando por sus calles irrumpiendo con su modernidad ese aire conservador que solía predominar en las reuniones familiares.
El mal servicio es otro elemento que llama la atención, en todo espacio público y privado la premisa que impera es maltratar al cliente, existen excepciones, pero en general, desde el puesto callejero que vende copias piratas hasta el más fino de los restaurantes, impera la premisa de siempre: el cliente debe agradecer que se lo atienda.
Agencias de turismo, que más se asemejan a puestos de intercambio de dólares en la frontera mexicana ofrecen destinos turísticos a los visitantes, exhaustos guías sin academia, museos con horarios de oficina, son los que se encargan de resucitar el pasado colonial de la Villa Imperial sin mucho éxito, sin visión y con desgano, al igual que las autoridades prefecturales y municipales que nada hacen por hacer de Potosí un escenario histórico, digno de visitar y habitar. Mientras tanto la Villa Imperial cae en el olvido, en la contaminación y en el sin sabor de sentirse un ciudadano de la periferia y no del desarrollo.
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