Por Victor H. Romero
“Porqué no te vas a la China”, fue el consejo que recibió un empresario boliviano a la hora de preguntar cuál es el mejor lugar para hacer negocios. Dicho y hecho, buscó la manera más cómoda de trasladarse al lejano Oriente, sin sospechar que se estrellaría con la mismísima Muralla China en territorio boliviano.
Con más de 120 mil dólares en la cartera y con el objetivo de importar mercadería que será comercializada en territorio boliviano, el empresario buscó los contactos que ayudarían a trasladarlo a la tierra de Confusio. Las primeras informaciones señalaban que a partir de la contratación de un guía de negocios y a la vez traductor, la comitiva empresarial podría hacer empalme con las empresas chinas específicas para poder adquirir el tan anhelado producto.
Las rumores de prosperidad no dejaban de llegar a sus empresariales oídos, la mercadería la venden por kilo, puedes traer al país vagones enteros, te vas a hacer millonario; sino salen bien las cosas, compras celulares caros, regresas al país, lo vendes a una telefónica y recuperas el dinero de los pasajes… Como es norma en nuestra gente, no tardaron en hacerse escuchar las malas voces, ten cuidado con los mafiosos, la yakuza, puedes regresar sin un dedo.
Se realizaron las primeras conversaciones con la embajada respectiva, allí se le brindaron los primeros informes sobre el procedimiento empresarial que debía aplicarse y escuetamente algunos datos sobre el paradero de las empresas. Lo lógico es recurrir a la Cancillería Boliviana para obtener los datos de nuestra embajada en China, se supone que allí los funcionarios bolivianos deberán brindar la ayuda respectiva a un empresario nacional que finalmente decide emprender un viaje, importar productos, para comercializarlos en nuestro territorio, invertir.
Para empezar, la Cancillería proporcionó el correo electrónico errado del embajador boliviano en China, de nada sirvió informarle sobre la pronta llegada del empresario boliviano, pedirle el apoyo necesario: un guía confiable y una lista de las empresas chinas con las que se podía entablar el negocio. Se comunicaron telefónicamente, en esta ocasión si hubo respuesta y se obtuvo el correo correcto.
Gran expectativa se generó entorno a la respuesta que brindaría el embajador ante las demandas de apoyo, nuestro representante en China recomendó que el empresario boliviano se abstenga de toda inversión y que busque otra forma de ganarse la vida, explicó que era muy peligroso invertir en el Oriente, por la presencia de estafadores, delincuentes que se dedican a desvalijar a los bolivianos que se hacen la ilusoria idea de ser empresarios.
“Suerte negrito”, le dijeron sus amigos cuando el empresario corrió la voz de su frustrado viaje, no le quedó otra que regresar a la condición de empleado y esperar a que la Cancillería Boliviana deje de alabar la era de los “inca-utos” y se dedique a velar por el empresariado gestionando no sólo inversión extranjera en el país, también facilidades para los nuestros, finalmente no solo de pan vive el hombre.
www.lascronicasdelmediolomo.blogspot.com
“Porqué no te vas a la China”, fue el consejo que recibió un empresario boliviano a la hora de preguntar cuál es el mejor lugar para hacer negocios. Dicho y hecho, buscó la manera más cómoda de trasladarse al lejano Oriente, sin sospechar que se estrellaría con la mismísima Muralla China en territorio boliviano.
Con más de 120 mil dólares en la cartera y con el objetivo de importar mercadería que será comercializada en territorio boliviano, el empresario buscó los contactos que ayudarían a trasladarlo a la tierra de Confusio. Las primeras informaciones señalaban que a partir de la contratación de un guía de negocios y a la vez traductor, la comitiva empresarial podría hacer empalme con las empresas chinas específicas para poder adquirir el tan anhelado producto.
Las rumores de prosperidad no dejaban de llegar a sus empresariales oídos, la mercadería la venden por kilo, puedes traer al país vagones enteros, te vas a hacer millonario; sino salen bien las cosas, compras celulares caros, regresas al país, lo vendes a una telefónica y recuperas el dinero de los pasajes… Como es norma en nuestra gente, no tardaron en hacerse escuchar las malas voces, ten cuidado con los mafiosos, la yakuza, puedes regresar sin un dedo.
Se realizaron las primeras conversaciones con la embajada respectiva, allí se le brindaron los primeros informes sobre el procedimiento empresarial que debía aplicarse y escuetamente algunos datos sobre el paradero de las empresas. Lo lógico es recurrir a la Cancillería Boliviana para obtener los datos de nuestra embajada en China, se supone que allí los funcionarios bolivianos deberán brindar la ayuda respectiva a un empresario nacional que finalmente decide emprender un viaje, importar productos, para comercializarlos en nuestro territorio, invertir.
Para empezar, la Cancillería proporcionó el correo electrónico errado del embajador boliviano en China, de nada sirvió informarle sobre la pronta llegada del empresario boliviano, pedirle el apoyo necesario: un guía confiable y una lista de las empresas chinas con las que se podía entablar el negocio. Se comunicaron telefónicamente, en esta ocasión si hubo respuesta y se obtuvo el correo correcto.
Gran expectativa se generó entorno a la respuesta que brindaría el embajador ante las demandas de apoyo, nuestro representante en China recomendó que el empresario boliviano se abstenga de toda inversión y que busque otra forma de ganarse la vida, explicó que era muy peligroso invertir en el Oriente, por la presencia de estafadores, delincuentes que se dedican a desvalijar a los bolivianos que se hacen la ilusoria idea de ser empresarios.
“Suerte negrito”, le dijeron sus amigos cuando el empresario corrió la voz de su frustrado viaje, no le quedó otra que regresar a la condición de empleado y esperar a que la Cancillería Boliviana deje de alabar la era de los “inca-utos” y se dedique a velar por el empresariado gestionando no sólo inversión extranjera en el país, también facilidades para los nuestros, finalmente no solo de pan vive el hombre.
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